"Nunca se es demasiado viejo para establecer un nuevo objetivo o para soñar un nuevo sueño"
C.S. Lewis
Estrenamos año, mes, semana, flamante día. Yo lo he hecho de una de las formas que más me gusta: dando un paseo temprano con mi perro.
La ciudad ha sido nuestra durante ese espacio de tiempo. Nos hemos cruzado con algunos madrugadores con perro, sin perro, con personas que probablemente volvían de fiesta y algunas que trabajaban. El primer día del año tiene algo especial, para bien o para mal. Parece que todo lo que se hace en ese día, en esas primeras horas de actividad tiene la capacidad de conseguir que pongamos el foco sobre ello, como si lo más rutinario se convirtiera en algo trascendental para el resto del año. En realidad cambia el año, no las rutinas, no la realidad pero nos gusta sentirnos especiales, partícipes de algo importante aunque sea efímero.
Ayer me sentía incapaz de pensar en objetivos, propósitos para el nuevo año y sin embargo hoy he sucumbido al subidón de querer empezar algo nuevo, de cambiar de vida y darle un giro. El año pasado, es decir hasta ayer mismo, ha sido el año de las verdades ocultas reveladas. Creo que es el año en el que he aprendido mucho más de mí misma que en un puñado de años juntos.
Me hace gracia que hace un 365 días estaba pensando en ponerme objetivos que alcanzar para 2017 y no llegué a hacerlo. Había razones para ello aunque no fuera capaz de verlas
He entendido -estoy entendíendo- la forma válida para mí y es la que voy a aplicar, poniéndomelos sin ponerlos, con ellos en mente pero con sentido del juego y así no se convierten en los propósitos del año nuevo sino en las etapas que quiero alcanzar para seguir encontrando etapas, sorpresas en el camino, incentivos. Son mis miguitas de pan, no para no perderme en el trayecto y volver a casa, sino para estar siempre en casa esté en la parte del trayecto en la que esté. Así sea.
El trocito de día recién estrenado (entendiendo como nuevo día aquel que viene después de dormir unas horas aunque sean pocas) ha sido especial. El silencio era significativamente distinto con respecto a cualquier otro día, más solemne. En otras circunstancias podría haber sido hasta inquietante pero era el Silencio del Primer Día del Año. Gracias a él he tenido mi primer regalo de año nuevo, inesperado y maravilloso. He escuchado un repiqueteo rítmico que parecía hecho sobre madera pero que no lograba localizar. Afinando el oído lo he situado en un árbol cercano y silenciosamente me he acercado hasta que por fin he encontrado el origen del sonido: un pájaro carpintero pájaro pica pino, entretenido y concentrado en sus tareas. Pensé que en cuanto me detectara se iría pero me ha concedido unos minutos de sus quehaceres que quiero compartir.
De vuelta a casa, a punto de meter la llave en la cerradura, he disfrutado de otro regalo sonoro: los graznidos de una bandada de gaviotas. Solo las había oído en los lugares cercanos al mar, en vacaciones. Probablemente en mi barrio son más frecuentes de lo que soy consciente pero creo que el ruido ambiental no lo permite, ni tener la mente ocupada en la siguiente tarea del día que voy a hacer a continuación -costumbre que me recomiendo a mi misma cambiar-. En un primer momento me ha sorprendido y he creído que me equivocaba pero luego las he visto y ya he confirmado lo que había oído. En el video del pica pino que es de un momento anterior, se pueden ver al principio pasando al fondo, aunque de esto me he dado cuenta al chequear el video un rato después.
Son los regalos que la naturaleza me ha dado en mi primer día del nuevo año; quiero pensar que es una especie de guiño cómplice que me hace para animarme a continuar tal y como lo he estado haciendo últimamente, con muchas lecturas interesantes.